Somos
fríos,
sin
remedio, de metal,
ahogamos
a nuestra madre verde
al
olvidarnos de ella,
buscando
órdenes huecos
y
estructuras de cristal.
Tragamos
hierro y cemento,
drogas que nos consumen,
huimos
de los lamentos
de
la tierra que nos une,
pues
los idiotas,
queriendo
crecer,
sólo
conseguimos envejecer
tras
las montañas,
perecer
bajo las ramas
de
los árboles de los que emanaba
el
susurro de los vientos,
ahora
también muertos,
ignorando
que son nuestras entrañas.
Somos
ciegos al creernos
dueños
de este mundo,
¡Que
la natura rompe al hombre,
por
una ranura en su muro!
Crecerá
de nuevo la hiedra,
rajará
la tierra carreteras,
el
viento será el látigo del ladrillo,
el
trueno con su aullido descargará
la
furia de los siglos de opresión
y
el ser humano entenderá
que
cuando mataba a su madre
era
él quien moría,
con
una risa de ironía,
entre
los restos y el carbón.
Las reglas del juego aquí
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